Disfrutas de un día de teatro, con una pareja de novios, vaya nimiedad. Te sientas en un lugar recóndito, esperas que nadie te descubra, esperas sentirte sola, quieres sentirte así y disfrutar del soliloquio de Segismundo con el corazón abierto y las entrañas despojadas, llenas de rosa y rojo. Entonces, mientras vas pensando, una pareja se sienta a tu izquierda. Una mujer, que me habías descrito días atrás. Un hombre, que había visto en sueños momentos atrás. Y reconocí que era una casualidad. Que todo aquello no era más que el puro destino. Sonreí con la cara avergonzada, yo los conocía, pero ellos a mí de nada. Después de tu llamada, dirigimos un corto: "Hola" que a mí pareció hundirme en el asiento avergonzada. "No, no soy de su clase" le dije atolondrada. Y entonces el telón se abrió y todo lo demás quedó en una simple sonrisa.